El patrullero Lientur recaló a la boca oriental del Canal Oeste, uno de los canales patagónicos; en esta comisión, además del reaprovisionamiento de faros, tenía que construir uno en la costa sur del canal, efectuar un levantamiento a vapor del mismo e inspeccionar las instalaciones portuarias de Isla Guarello. Esa mañana de septiembre, el tiempo estaba excepcionalmente bueno, mar llana y viento calma, pero llovía copiosamente, como prácticamente sucedía todos los días del año en ese lugar, el más lluvioso de Chile y uno de los más lluviosos del mundo, donde precipitan ocho mil milímetros anuales.
—Campitos, llegamos en el momento preciso para la construcción del faro, ¿cuánto estima que se demorarán? —preguntó el comandante.
—De acuerdo al informe meteorológico, el buen tiempo debería mantenerse por las próximas veinticuatro horas, señor. Calculo que al mediodía estaremos listos; llevaremos bastante sika para que fragüe más rápido la mezcla de la base —respondió Campitos, que se encontraba ya en tenida de faena.
La construcción del faro les tomó bastante más tiempo que lo estimado, recién regresaron a bordo a las dieciséis horas; el faro ya estaba funcionando. Le pusieron por nombre Punta Anunciada y lo informaron a la autoridad pertinente. En cuanto izaron la ballenera zarparon en demanda de Bahía Corbeta Papudo, para pasar la noche atracados al muelle que la Compañía de Acero del Pacífico, CAP, tiene como parte de sus instalaciones en Isla Guarello.
En Isla Guarello, ubicada en el paralelo 50º Sur, se encuentra la mina de caliza mas austral del mundo, posee reservas minerales para más de cien años, pertenece y es explotada por la CAP; en la compañía la llaman “la isla de los hombres solos”, en ella trabajan cincuenta personas.
Isla Guarello
—Vayamos a mi camarote, los invito a un trago antes de acostarnos —dijo el comandante, mientras trataba de protegerse de la lluvia y caminaba desde el jeep al portalón del buque—. Agradable la comida con los amigos de la CAP, ¿qué le pareció piloto?
—Sí, estuvo entretenida, señor, pero se nota que echan de menos sus hogares, la mayoría de las canciones que cantamos eran sentimentales —respondió el piloto.
—Encontré muy raro, callado y poco comunicativo al jefe Edgardo, casi no habló en toda la noche, por suerte el resto de los asistentes eran dicharacheros, además de buenos para los chistes —dijo Campitos.
—El jefe Edgardo me contó que es la tercera oportunidad que está en la isla. La primera vez fue antes de casarse, después al año de casado y ahora que ya tienen dos niños. Parece que le preocupa mucho asegurar el futuro económico de su grupo familiar —dijo el comandante.
—Don Matías, me contó que su jefe estaba muy deprimido desde hace varios días, concretamente desde que recaló la última nave de la compañía, que vino a cargar mineral, de esto hacía ya cinco días —dijo Campitos.
—Señor, esta gente no está tan aislada como nuestros fareros y el personal de dotación en las bases antárticas, mal que mal, acá recala una de sus naves cada quince días a embarcar mineral —manifestó el piloto.
Los tres oficiales continuaron conversando por unos pocos minutos y luego se despidieron, pues al día siguiente zarparían a las ocho de la mañana a efectuar el levantamiento a vapor del Canal Oeste.
El comandante y sus dos oficiales se encontraban en el puente, listos para empezar el levantamiento, cuando ingresó el sargento radio operador Tapia y le informó al comandante, que desde la isla pedían tener radiofonía con él, pues había sucedido un accidente.
—Demos por terminado el levantamiento y regresemos a Guarello de inmediato, ha sucedido una desgracia, en una explosión murió el jefe Edgardo —dijo en voz alta el comandante, cuando regresó al puente de mando—, piloto ¿a qué distancia estamos de Guarello?
El subjefe del campamento le informó al comandante del patrullero que el jefe Edgardo, esa mañana se había dirigido solo, a la parte más lejana de la mina, donde nadie estaba trabajando y al parecer, por la magnitud de la explosión, había afirmado a su cinturón varios cartuchos de dinamita y había encendido uno de ellos. La detonación había estremecido y sorprendido a todos, porque no había programado ninguna tronadura para esa mañana. El comandante regresó a bordo, se reunió con sus dos oficiales en la cámara y les informó lo que había visto en el campamento.
—No quise ver los restos, pero sí leí la carta que encontraron encima de su escritorio. Es una carta de su madre en la que le informa que su esposa, les había llevado a los dos niños y los había dejado con ellos, porque ese mismo día tomaba un vuelo a París para encontrarse con Pierre Dubarrat, amigo y ex compañero de oficina en CAP, con quien iba a rehacer su vida —dijo el comandante y luego prosiguió—. Lo que más me impresionó de la carta fue una parte en que le decía: “siempre te advertí que esa mujer no te convenía, pero tú y tu padre, como siempre, no quisieron hacerme caso”, creo que eso fue lo que lo mató —afirmó el comandante.
—Sabe señor, cada vez estoy más convencido, de que es cierto lo que un oficial de mar, nos dijo en una conferencia en la Escuela Naval, de que el dinero no hace la felicidad. Todos nos reímos en esa oportunidad, pero siempre recordamos sus palabras y parece que tenía razón —dijo Campitos.
JORVAL
Hola, triste historia, muy triste, lo primero que se me ocurre decir es lo débil que puede llegar a ser la mente humana para derrotarse y tomar esta trágica decisión, y por otro lado la traición de un colega de oficina, ¿será verdad el relato?, porque y he aquí otra falta de correspondencia y traición, el nunca detectar u pensar que un hecho así, el de abandonarlo junto a lo más preciado que son los hijos ocurrir. Fui administrador en isla Guarello, también con mi familia algo separada, aproveché la soledad para conocer a los trabajadores, realizar cada tarea de ellos, cahorrear,bucear, navegar a vela en una chalupa, trotar y prepararme en la medida de lo posible para asistir a un par de mundiales como atleta máster. Mala decisión, revela debilidad, espera, recapacita, se esfuerza por ser mejos, estudia idiomas y se prepara para un reencuentro con sus preciados hijos donde sea esto, sin importar donde. Miguel Ramos F, Ing. C. Metalúrico USM, grumete Esgrum 1969
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarMiguel
Si este cuento es muy triste, pero solo puede ser solo un cuento o realmente sucedió.
Este cuento fue escrito por uno de los comandantes que tubo el " Lientur " que ancló por esas islas.
Saludos.
Jorge.