Una noche muy oscura, a principios de la segunda guerra mundial, servia yo como oficial de seguridad y hacia la ronda en la base Aeronaval. Mientras iba pedaleando pensaba para mis adentros que en aquellos momentos el verdadero enemigo no era el japones ni el alemán, sino nuestros bisoños soldados que empuñaban nerviosamente la ametralladora. De repente oí el fatídico ruido del cargador metálico seguido de un ¡ Alto ! dado a voz en cuello. Detuve la bicicleta con un chirrido del freno y me apresure a identificarme. En seguida le pregunte al soldado si no sabia que la voz apropiada era ¡ Alto ! ¿ Quien vive ? Asestandome la ametralladora, replico:
- ¡ Aquí no vive nadie si no se detiene cuando yo lo ordeno !.
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