Arena pura, cómo
se acumuló, impalpable,
tu grano dividido
y cinturón del mar, copa del mundo,
pétalo planetario,
fuiste reuniendo frente al alarido
de olas y aves salvajes
tu anillo eterno y tu unidad oscura?
Arena, madre
eres
del océano,
el en tu piedra innumerable
depositó el racimo de la especie,
hiriendo
con sus gritos seminales
de toro verde tu naturaleza.
Desnudo sobre
tu fragmentaria piel
siento
tu beso, tu susurro
recorriéndome
más ceñidos que el agua,
el aire, el tiempo,
plegándose
a las lineas de mi cuerpo,
volviéndome a formar
y cuando
sigo errando
por la playa marina
el hueco de mi ser queda un instante
en tu memoria, arena,
hasta que aire
ola
o noche
borren mi peso gris en tu dominio.
Sílice demolida,
mármol disperso, aro
desgranado,
polen
de la profundidad,
polvo marino,
te elevas
en las dunas
plateadas
como
gargantas
de paloma,
te extiendes
en el desierto,
arena
de la luna,
sin límite
circular y brillante
como un anillo,
muerta,
sólo silencio que el viento silba
y aterrador acude
sacudiendo
la piedra demolida,
la sábana
de sal y soledad,
y entonces
la enfurecida arena
suena como un castillo
atravesado
por una racha de violines,
por una tumultuosa
velocidad de espada en movimiento.
Caes
hasta que el hombre
te recoge
en su pala
y a la mezcla del edificio
serenamente acudes
regresando a la piedra,
a la forma
construyendo una morada
reunida de nuevo
para servir
la voluntad del hombre.
Pablo Neruda