Ascensor Polanco
La pequeña entrada se notaba en la base del cerro y lucia un letrero desteñido. Con algo de temor cruce la puerta y entre a las entrañas del macizo rocoso coronado de añosas casas que brotaban de empedradas calles y pasajes, pesando en mi animo.
Mis pasos salpicaron ecos en la dura roca del extenso y angosto pasadizo apenas iluminado por vacilantes ampolletas eléctricas. Al final del húmedo túnel pase el torno de entrada y pague el costo de la subida a una impávida señora que tejía sin prisa. Angustiado, entre y cerré la puerta de la estrecha jaula de metal apretando con fuerza el botón de subida. Ante mi sorpresa, el cubículo bajo y siguió bajando. Con un fuerte golpe trepidante, se detuvo muy abajo.
El espeso aire salino profundo ahogo los gritos en mi garganta. No veía nada en absoluto. Entonces, una débil silueta gris aparto la obscuridad en mi cercanía. Trate de distinguir si era un humano.
Una gastada gorra de capitán ocultaba su rostro nublando su francés, pero entendí.- ¿ out et mon bateau ?.- Otra sombra cruzo las tinieblas y contesto en ronco noruego - Estas en Valparaiso. Ubica el malecón del Puerto - Desde la gris humedad surgió entonces una lenta muchedumbre de figuras deshilachadas ; grumetes, gavieros, coockies, guachimanes, contramaestres y pilotos contestando en todos los idiomas marineros del mundo.
- Busca otra goleta, caza las velas y zarpa con el viento. Ella aun te espera, el amor siempre espera en todos los puertos. El amor.-
La arena obscura apago los susurros de las voces roncas y los navegantes sin destino, chapoteando, siguieron las aguas de la marea que subía bullente bajo las calles de la ciudad puerto y sus habitantes.
Temblando de horror, apreté nuevamente el botón de subida. La caja se estremeció y subió rechinando. La puerta se abrió esta vez al luminoso puente superior del ascensor Polanco en lo alto de la torre sobre la calle Simpson de Valparaiso. Y todo el horizonte compartido por ciudad y mar lleno de paz mis ser, cubriendo los torturados espíritus de allá abajo, que seguirán buscando su nave en la eternidad.
Hernán Escobar Escobar.